El ángel de las colitas
En una soleada tarde, mientras compartimos un café, Luis Felipe Robalino nos saluda con una cálida sonrisa. «Hola, mi nombre es Luis Felipe Robalino, y soy rescatador de perritos». Para muchos de estos seres de cuatro patas, él es un verdadero ángel. Ha sido quien los ha salvado de la calle en sus momentos más vulnerables, ofreciéndoles un hogar cuando más lo necesitaban.

Su vida familiar refleja esos valores de compasión y empatía. Como padre, ha inculcado en sus hijos la importancia de ayudar a los animales en apuros. «Mis hijos no dudan en darles una mano cuando ven a un animalito necesitado», comenta con orgullo. Para Luis Felipe, rescatar perritos es más que una misión: es una lección de vida.
Nos cuenta cómo ha cambiado el concepto de lo que significa tener una mascota. «Antes, los perros vivían en los jardines o terrazas y no se les trataba igual. Hoy en día, los seres humanos hemos abierto nuestros corazones y hogares de manera distinta. Nuestras mascotas son compañeros, una parte fundamental de la familia», explica mientras acaricia a uno de sus perros.
El rescatador cree que este cambio de mentalidad se intensificó durante la pandemia, cuando muchas personas, en su soledad, encontraron consuelo y amor en los peluditos que siempre están dispuestos a llenarnos de afecto. «En mi caso, ellos duermen en mi cuarto, alrededor de mi cama. Me cuidan, son mi alarma y, gracias a ellos, yo duermo tranquilo», añade con una sonrisa.
El inicio de una travesía
Curiosos por conocer cómo empezó su travesía en el mundo del rescate, le preguntamos sobre su primer encuentro con un perro en apuros. Recuerda claramente cómo sucedió: «En el momento menos pensado, los animalitos se te acercan a pedir ayuda. Prácticamente se cruzan en tu camino, y ahí es cuando solo te rindes al momento».
Nos describe la sensación de ver a un perro en apuros, esa urgencia de actuar que, para él, es tan natural como respirar. «Ves un animalito en aprietos y haces lo que tienes que hacer: lo llevas al veterinario, le das un baño y lo cuidas hasta el último de sus días, o hasta el último de los míos», dice con determinación.
Un rescatador comprometido
Para mejorar la convivencia con su creciente manada, decidió tomar clases de entrenamiento positivo, lo que le ha permitido manejar mejor a sus perros. Además, se preocupa por su salud, alimentándolos con dieta BARF, una de las más naturales y saludables para los caninos.
Cuando inquirimos sobre su rescate más conmovedor, su mirada se ilumina. «Rubí,» dice, mientras llama con la mano a una dulce perrita que rápidamente se acerca. Comenta cómo un auto la atropelló, dejándola con una patita lastimada. «No pude evitar acercarme a ella. La llevé al veterinario y, por suerte, no tenía fracturas. Desde entonces, se quedó conmigo. Es muy tierna y fue mi primer rescate».
Otto y los demás

Solo una semana después de encontrar a Rubí, la vida le trajo a otro amigo peludo: Otto. «Lo encontré cruzando entre los autos cerca de mi casa. Varias veces estuvo a punto de ser atropellado, pero, con un poco de comida, logré que se acercara y entrara. Tiene un temperamento tranquilo y estable. Encaja perfectamente en mi manada», cuenta, mientras Otto lo mira con calma.
Luis Felipe no puede evitar sonreír al recordar cómo, poco a poco, su hogar se fue llenando de amor y patas. «La vida me fue poniendo a mis perritos, uno por uno, y no pude decir que no», dice, rodeado de sus ocho compañeros peludos.
Esta es su vida, llena de amor incondicional y ladridos felices. Una vida que, para muchas colitas, ha sido su salvación.